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Asseff en recinto sobre traslado de monumento a Colón: “Hay que ocuparse de un centenar de temas, menos de mover estatuas”

Expresó en la sesión: “En nombre del bloque Frente Renovador quiero recordar que es necesario ocuparse de los jubilados, ya que 6 millones de ellos cobran el haber mínimo.

07.08.2014 10:13 |  Noticias DiaxDia  | 

Nuestro bloque rechaza la sanción de este proyecto
Señora presidenta: en medio de los gravísimos problemas que tiene nuestro país y que sufre nuestro pueblo, nuestra gente, de la irrefutable situación de inseguridad que todos los días nos aterroriza, preocupa e inquieta, de las suspensiones de los trabajadores de la industria automotriz y sus derivadas autopartistas, y otras situaciones, como la de los frigoríficos –que están suspendiendo a trabajadores o cerrando literalmente sus puertas‑, o los problemas irresueltos que tenemos en materia de deuda externa –cuando se nos había dicho que era un asunto terminado, que el país podía vitorear el desendeudamiento, y resulta que estamos con el Jesús en la boca al borde de una situación extremadamente delicada‑, aparece en la agenda oficial –ni remotamente en la del pueblo‑, y lamentablemente en la agenda de esta Cámara de Diputados y del Congreso, un tema que no debería estar.
Hay una ley sancionada en 1907 que debería estar en plena vigencia y a la que tendríamos que atenernos. Esa ley fue producto de un movimiento que hizo la Sociedad Mayoritaria de Inmigrantes en aquel tiempo, junto con la española y la Società Unione e Benevolenza. Se hizo una colecta popular ‑no salió ni un centavo del erario público‑, se buscó el mejor escultor y se erigió un monumento en una línea –como bien dice el diputado Sánchez en su informe‑ que va desde el Monumento a los Españoles hasta frente a la Casa de Gobierno. Allí las colectividades española, alemana, francesa –esta última, con el monumento en Plaza Francia‑ e italiana –con el monumento a Colón‑ honraban a la tierra que los recibió. En ese entonces no venían sátrapas ni magnates: venía el pueblo más sufrido de la Europa más castigada por el hambre, dolores de todo tipo e injusticias inenarrables, y aquí encontró albergue e hizo de este país algo más completo.
El doctor Hipólito Yrigoyen, que fue el primer gran líder político popular del siglo XX, no puede haberse equivocado tan fieramente al honrar al descubridor, o al que llegó a estas tierras ‑no me interesan las cuestiones semánticas‑. No voy a entrar en ningún falso o falaz debate de tipo étnico o histórico, porque por algo el doctor Yrigoyen impulsó el feriado del Día de la Raza; y cuando hablaba de la raza hablaba de todas las razas y no de una en especial.
Bien se dijo que nuestra integración social es multiétnica y que incluye, obviamente, a los pueblos originarios. Esto lo venimos resolviendo desde 1813, lo ratificamos en 1853 con una Constitución que nos da lugar a todos –comprendiendo por supuesto a los pueblos originarios‑ y lo ratificamos nuevamente en 1994 con la Constitución reformada.
Aquí nadie está debatiendo el problema de la desintegración social. Es muy malo, pésimo, lamentable o deplorable que cuando algo está bien unido en la Argentina, o bien saldado por lo menos desde el punto de vista teórico, como es la integración social y la idea de que en la Argentina el sol sale para todos, queramos reabrir el debate del tema y dividir lo que está bien unido.
Realmente estoy sorprendido por esta situación, porque si algo faltaba acá no era trasladar la estatua de Colón. Las estatuas que están en un lugar deben quedar allí; no hay que trasladarlas. En todo caso, hay que construir las que faltan, y entre las estatuas que faltan no está solamente la de Juana Azurduy, que aclaro que fue compatriota nuestra. No fue latinoamericana; mejor dicho, lo fue por extensión. Juana Azurduy fue la heroína de nuestros antepasados, ya que el Alto Perú –donde ella nació y vivió‑ era parte integrante de la gran nación naciente.
Reitero que está faltando su monumento, y quizás en el centenario no pudieron construir otro que voy a nombrar ahora y que tampoco está en esa sucesión de monumentos que se extiende desde el Monumento a Los Españoles hasta el Monumento a Colón por el eje de la avenida del Libertador y Leandro N. Alem. Me refiero al monumento a los negros, a los indios y a los gauchos, que son quienes en verdad derramaron su sangre no sólo en las guerras internas sino fundamentalmente en aquellas que se libraron fuera de nuestras actuales fronteras para lograr la independencia.
En nombre del bloque Frente Renovador quiero recordar que es necesario ocuparse de los jubilados, ya que 6 millones de ellos cobran el haber mínimo. También es preciso ocuparse de la inseguridad y de las suspensiones obreras, que generan incertidumbre nada menos que en el trabajo de nuestra gente. Hay que ocuparse de un centenar de temas, menos de mover estatuas; menos aún cuando el origen de toda esta historia, por más que se lo pretenda embozar, es bastante lamentable –para emplear un término suave‑, por no decir verdaderamente rechazable.
Parece que un día, mientras el extinto presidente de la hermana República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez visitaba –como tantas veces lo hizo, y enhorabuena que así haya sido‑ la Casa de Gobierno, miró hacia la Plaza Colón y le preguntó a la señora presidenta de la República: “Ese que está ahí, ¿quién es?” La señora presidenta le respondió que era Cristóbal Colón, a lo que Hugo Chávez dijo: “¡Ah, por favor! ¿Cómo lo tenés ahí a ese genocida?” Así comenzó esta tan lastimosa historia, que es realmente una pérdida de tiempo y un factor de desunión en un país que necesita como el agua o como el oxígeno la unidad, una actitud más equilibrada y encontrar respuestas a una serie de problemas. No generemos cuestiones donde no las hay.
¿Cómo es posible que en esta tarde de agosto estemos hablando de este asunto? El bloque Frente Renovador rechaza la sanción de este proyecto por muchas razones; quizás no sea principalmente por ninguna de las que yo mismo he mencionado, pero sí porque es una medida insensata que constituye un factor de desequilibrio institucional frente a la gente que pide otra cosa a las instituciones. La gente quiere soluciones, no que se remuevan estatuas; pide, por ejemplo, que de una vez por todas se modifique el umbral del impuesto a las ganancias, que debería ser aumentado automáticamente por ley y no por el arbitrio caprichoso –valga la redundancia- de un presidente.
Estos son los problemas que debemos solucionar; no generemos cuestiones donde no las hay.
Por las razones expuestas votaremos decididamente en contra del proyecto en consideración. Lo haremos en nombre de una justicia, de un equilibrio, de una racionalidad y, por qué no decirlo, también de una emoción, porque la Argentina es de todos. Es multicultural y multiétnica; incluye a los pueblos originarios y a todas aquellas colectividades que vinieron a nuestro país y se integraron. Comprende a todas, y si vienen más serán recibidas; pero no puede ser que nos dediquemos a remover estatuas cuando deberíamos estar construyendo el futuro.”


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